Presentación del número

Filología y mujeres


Poco antes de que la pandemia llegara a suelo mexicano, en marzo del presente año, se llevó a cabo un evento con motivo del Día Internacional de la Mujer en el Instituto de Investigaciones Filológicas, el cual llevó por título “Mujeres: en la vida y en la literatura”. El mencionado evento estuvo constituido por una conferencia magistral y dos mesas redondas, acerca de épocas y temas tan diversos como los decretos emitidos por la Iglesia a lo largo de su historia con el objetivo de discriminar al género femenino; la vida de una matrona romana; mujeres de cultura en la Edad Media; los preceptos de conducta que se pretendió imponer a las mujeres en la Nueva España; personajes femeninos en una obra de Cervantes, o los cuentos de terror y misterio de una escritora mexicana del siglo XX. Las y los participantes, pertenecientes todos al Instituto, cuya profesión es la filología, mediante sus textos de estudio nos dejaron saber cómo veían a las mujeres, reales o de ficción, diversos actores de la sociedad, pero también cómo se veían o debieron haberse visto las mujeres a sí mismas.

A partir de ese evento recibimos la generosa invitación por parte de los editores de Senderos Filológicos, Alejandro Sacbé Shuttera y Héctor Fernando Vizcarra, como parte de su Comité Editorial, para que se publicaran en diferente formato algunas de las participaciones –infortunadamente, por razones de espacio, no se incluyeron todas– que ahora, como ventanas que se abren, nos permiten asomarnos a la vertiginosa carrera de las mujeres por establecer su derecho a tener derechos y no únicamente obligaciones, como las que sirven, cuidan y complacen a los demás.

En este número de Senderos Filológicos: “Filología y mujeres”, Martha Montemayor nos hace viajar al norte de África en el siglo II d. C. para conocer a Pudentila, una mujer romana que emplea sus recursos y su inteligencia para llevar a cabo sus proyectos de vida; por Carlos Rubio conocemos a Beatriz Bernal, autora de una novela de caballería, cuya obra sería destinada a otras fervientes lectoras de ese tipo de novelas; Angélica Arreola y Félix Horta nos llevan al ámbito del arte, donde nos enteramos de las vicisitudes en la existencia y en la obra de dos artistas notables, la cuentista Guadalupe Dueñas y la pintora Frida Kahlo; y Elvia Carreño nos hace transitar por las difíciles condiciones de las diversas mujeres anónimas durante la Colonia, a través de los catecismos y decálogos de frailes y obispos, que se resumen en un ideal dócil y reprimido de mujer que, afortunadamente, continúa cambiando en sentido opuesto. La mujer como la Otra, como alteridad.

Finalmente, Cecilia Rojas, en un artículo, y Ana María Martínez de la Escalera, en una entrevista, se refieren al potencial del lenguaje para la expresión de lo Otro: mujeres, migrantes, indígenas, representantes de una alteridad que bien puede tomar su propia palabra para reivindicarse, o bien perderla, incluso perder la propia lengua en los avatares de la historia.

Es en el texto, real o de ficción, objeto natural de estudio de la filología, donde nos enteramos de las situaciones por las que tuvieron que atravesar las mujeres; de sus aspiraciones; de su rebeldía ante un orden social que no las ha tomado ni en muchos casos las sigue tomando en cuenta; de sus logros y, tristemente, también de su soledad y de sus miedos. Miedos que no les han impedido a lo largo de los siglos el éxito de ser reconocidas, de ser independientes, indispensables ante una sociedad que comienza a comprender que no puede serlo sin la plena, justa y reconocida participación de todos, ellas y ellos.


María Teresa Galaz

Centro de Estudios Clásicos

Instituto de Investigaciones Filológicas