Ensayo

Por el rumbo de las palabras

 

Ramón Felipe Zacarías Ponce de León

Centro de Lingüística Hispánica

Instituto de Investigaciones Filológicas

 

Llegar hasta aquí me costó muchos años. Nunca imaginé esta distancia; nunca pensé que tendría que andar tanto. Los caminos, casi siempre amplios, sin escollos ni contratiempos, sin mayor oposición… caminos amables, podríamos decir, pero ¡tan largos! Miro hacia atrás y recuerdo, casi con la misma sorpresa de aquel tiempo, la revelación.

Las palabras… a las palabras se las lleva el viento, dicen. Y es verdad. Tan evidente es, que la frase repetida hasta el cansancio ha perdido su significado y se usa como un discurso encapsulado que se intercambia entre las personas con la validez de un código o membresía. La gente trueca esta frase como otros tantos discursos repetidos que ya no nos obligan a pensar en su estructura interna, que actúan como un organismo completo, de una pieza y autosuficiente. Pero ¿qué pasa cuando alguien se detiene y rompe la cápsula? Analiza las palabras una por una y les devuelve su sentido individual. La revelación.

A las palabras se las lleva el viento. Sí, se dicen, se pronuncian, se lanzan al aire, llegan a un oído, salen por el otro y siguen y siguen. ¡Es verdad!, se las lleva el viento… pero ¿adónde?

Y entonces comenzó mi camino. Empecé a seguir palabras porque quería saber hasta dónde llegaban, quería conocer el lugar de su descanso. Al principio fue un laborioso laberinto. Las palabras parecían dirigirse hacia cualquier dirección, sin lógica ni orden; era un zafarrancho de palabras. Por mi parte, intentaba desentrañar el misterio con una a la vez. Elegía caminos al azar tratando de explicarme aquel coro de voces, sus orígenes, sus relaciones. A veces, algunas palabras se posaban en mí y me daba por pensar que podía alcanzar a vislumbrar con precisión. Espejismo.

El paso del tiempo me dio sabiduría y amor. Para entenderlas y develar su derrotero; para seguirlas sin desfallecer; para observarlas con ternura y entender sus combinaciones y ensayar yo mismo formas novedosas. Ya no me interesa seguir un rumbo fijo porque el camino se rebela a cada instante. A veces reconozco lugares por los que ya he pasado y recuerdo gente, amigos y enemigos de las palabras (porque las palabras tienen enemigos, sobre todos las novedosas; hay quien piensa que no deberían existir). Otras veces, las más, son lugares totalmente nuevos y es cuando debo poner todo mi esfuerzo, concentrar mi atención, guardar silencio por si escucho palabras dichas por primera vez.

En consecuencia, me volví buscapalabras (así, sin cursiva, porque esta palabra está formada con un esquema de amplia preferencia y aceptación en español). ¿Adónde van a parar las palabras arrebatadas por los aires? A todos lados… mi búsqueda fue exitosa. Todos son rumbos de las palabras; son ubicuas y cuando parece que al fin van a reposar, otros labios les infunden nueva vida para seguir su divagar. Hoy puedo intentar contestar la pregunta que importa de veras. ¿Cómo se forman las palabras?

Prefiero ser buscapalabras antes que cazapalabras. ¿Quién puede siquiera intentar atrapar una palabra? Las encuentras y ya está, es todo. Te queda el camino, el aprendizaje. Buscapalabras… me gusta la combinación, es muy común, las palabras creadas de esta manera circulan mucho entre las personas, abundan. Son tantas que se agrupan en parvadas y pueden distinguirse desde lejos. La mayoría son pequeñas y compactas y se desplazan graciosamente. Otras, por el contrario, son muy grandes y suenan rotundas cada vez que se pronuncian. En ambos casos, sin embargo, la configuración es idéntica: su verbo de un lado, su nombre del otro. Muchas de ellas contienen un tercer elemento que se escapa al sentir del ojo inexperto; un lacito en forma de S cuelga de su lado derecho, junto al nombre. A estas palabras la gente les ha dado un apelativo rimbombante: compuestos de nombre más sustantivo.

 

espantatiburones
empujamaderas
espantasuegras
buscapalabras
guardabosque
chupamirto
salvavidas
abrelatas
tragaluz
girasol
buscapié
chupaflor
matasanos
pisapapeles
sacacorchos
apagafuegos
tragamonedas
recogebalones
cazabombarderos

 

Son palabras que andan hace mucho tiempo por el vecindario, se cuentan por miles. Y, como era de esperarse, esta especie aumenta constantemente su número con nuevos elementos: robacoches, tragahumo, chupacabras, mataviejitas, cuidacoches, compravotos, cazamapaches, etc., son palabras novísimas que se dejan ver y escuchar por cualquier rumbo y en cualquier momento. Algunas deambulan un tiempo y después se desvanecen, son efímeras. Otras vuelan con mejor suerte y se regodean de boca en boca hasta que las conocemos todos. Unas pocas llegan a entrar, después de muchos años, en el Salón de la Fama de las palabras, lugar donde se encuentran palabras de abolengo que pertenecen a distintas claves de combinación. Este Salón de la Fama no es otra cosa que una colección de palabras consagradas, algunas de estas, entronizadas desde hace siglos. Pero esa es una historia diferente, la de los coleccionistas caprichosos. A los buscapalabras nos interesan las palabras por su novedad y su estética, nos maravilla su sonido y su ensamble. La palabra por sí misma, la pregunta legítima: ¿cómo se forman las palabras?

No me interesa escribir un tratado sobre la formación de palabras (ya existen, por cierto), no. Lo que me resulta seductor es compartir mi camino con la gente interesada. Las palabras las crean las personas y representan un saber compartido; no hay reglas absolutas ni fórmulas perfectas. Es el lenguaje y el juego. El lenguaje que nos vuelve humanos y se recrea todos los días.