Efemérides

Aurora M. Ocampo y su Diccionario de escritores mexicanos

 

María Aurora Sánchez Rebolledo

Centro de Estudios Literarios

Instituto de Investigaciones Filológicas

 

Es casi imposible hablar de más de sesenta años de presencia académica del Centro de Estudios Literarios sin mencionar a uno de sus proyectos pioneros, de largo aliento, cuyas dimensiones enciclopédicas han dado lugar a múltiples investigaciones de diversa naturaleza. Me refiero al Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX.

Esta aventura fue emprendida por Aurora M. Ocampo, nacida en Guadalajara, Jalisco, el 15 de enero de 1930, y fallecida el 29 de mayo de 2018. Realizó estudios de Maestría y Doctorado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; fue miembro fundador del Centro de Estudios Literarios e investigadora del mismo desde 1956. Como académica, desde 1969 impartió en la Facultad de Filosofía y Letras las cátedras de Literatura Mexicana, Narrativa Iberoamericana del siglo XX, Novela Hispanoamericana Contemporánea y Literatura Iberoamericana Comparada, heredadas de Rosario Castellanos, de la cual fue ayudante de 1969 a 1971 y con quien hizo gran parte de sus estudios de doctorado. Entre los reconocimientos que obtuvo figuran el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, en 2004; el premio al Mérito Literario en 2009, además de ser homenajeada en 2005 por el Instituto de Investigaciones Filológicas con motivo de sus 75 años.

En 1956 decidió llevar a cabo el estudio, rescate e investigación de la literatura mexicana e iberoamericana. En 1967, con el apoyo de Julio Jiménez Rueda y María del Carmen Millán, publicó la primera edición del Diccionario en un solo tomo, que incluía literatos provenientes del periodo colonial y de los siglos XIX y XX.

Muy pronto la maestra Ocampo se dio cuenta de que este afán por investigar minuciosamente el recorrido creativo de los escritores podía proporcionar a los estudiosos de la literatura información especializada para la elaboración de futuros trabajos académicos, así como también ser una herramienta indispensable para la labor de periodistas, críticos y editores. De tal forma se impuso el reto de convertirlo en un vasto registro de la producción literaria del siglo XX en México. El resultado fueron nueve tomos impresos, que albergan a más de 2 mil 500 autores, a partir de la Generación del Ateneo y novelistas de la Revolución Mexicana hasta nuestros días, que se publicaron de 1988 a 2007 como fruto del trabajo de todo el equipo de colaboradores –investigadores, técnicos académicos y becarios– bajo la coordinación de la maestra Ocampo, y que habría de convertirse en una obra de gran trascendencia para el mundo de la investigación y de la literatura mexicana en general.

Como una de las más antiguas colaboradoras del Diccionario, quisiera referirme no sólo a la trayectoria académica de la maestra Ocampo y al enorme impacto que tuvo en los medios académicos y culturales esta obra emblemática desde su primera edición, sino también a la inmensa huella que dejó en todos nosotros, los colaboradores del proyecto, pues en su papel de coordinadora nos enseñó a incrementar un acervo muy importante, a seleccionar autores, a catalogarlos, a leerlos, con base en un trabajo cotidiano que se ha ido depurando y perfeccionando al cabo de los años, en el que cada uno de nosotros se ha esmerado en afinar las técnicas de investigación y, sobre todo, definir nuestros gustos literarios a través de los escritores y los diversos géneros que se han cultivado dentro de la literatura mexicana.

La maestra Ocampo con su gran obra en ciernes

Muchos aspectos tendría que enfocar en relación a una figura tan importante para la investigación de la literatura mexicana contemporánea. En los años setenta, una época febril de activismo político en los que predominaba la confusión y el desaliento que había heredado el trauma del movimiento estudiantil de 1968, entré a la Facultad de Filosofía y Letras a estudiar la carrera de Letras Españolas. Fue en ese periodo cuando conocí a mi querida y admirada maestra Ocampo, a quien ahora evoco en estas líneas. Tuve la suerte de haber sido su alumna en la Facultad de Filosofía y Letras en diversos cursos y seminarios, en los que –gracias a ella– me familiaricé con la obra de autores mexicanos e hispanoamericanos que con el paso del tiempo se convirtieron en figuras entrañables e indispensables para mi personal comprensión de la literatura. Sus clases, motivadoras, luminosas, nos trasmitieron a sus entonces alumnos ese impulso por internarnos en la obra narrativa de los diversos escritores que leíamos con profundo rigor y metodología analítica. Algunos años después ingresé en el Instituto de Investigaciones Filológicas como colaboradora de la magna obra: Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX, como parte del equipo de investigadores coordinados por la maestra Ocampo durante más de tres décadas.

No necesito explicar en qué consiste este monumental trabajo, una obra titánica que es consulta obligada para todos los estudiosos de la literatura mexicana contemporánea. Solo una voluntad férrea y disciplinada como la de la Maestra pudo concebir este inmenso proyecto que ha tenido alcances académicos y culturales de enorme trascendencia, tanto en ámbitos nacionales como internacionales. A lo largo de muchas décadas fuimos afinando en equipo las técnicas de investigación para recopilar el material bibliohemerográfico de los diversos autores mexicanos, siempre bajo la supervisión meticulosa y exigente de la maestra Ocampo. Es así como cada ficha de autor consta: 1) de sus datos biográficos esenciales; 2) información sobre su obra; 3) sus obras publicadas, es decir, su bibliografía clasificada alfabéticamente por géneros, y éstos, a su vez, en orden cronológico de publicación; 4) su hemerografía, o sea, lo aparecido en publicaciones periódicas, y 5) sus referencias críticas.

Sin embargo, una vez publicado el Diccionario en los nueve tomos, la maestra Ocampo se percató de que este acervo tan extenso debía avanzar en sintonía con los nuevos tiempos. Por ello, la siguiente etapa del proyecto consistió en la elaboración de un DVD, ya que dadas las dimensiones que fue alcanzando nuestro trabajo una vez editados sus nueve tomos, tuvimos la necesidad de replantearnos el rumbo que tomaría esta obra, que seguiría ofreciendo las fichas de autor de los nueve tomos de la versión impresa, pero con la información actualizada de los escritores contenida en dichos tomos y con un acervo de imágenes.

El cambio en las tecnologías implica también un cambio en el quehacer cultural: muchos escritores utilizan la Internet para difundir su obra, puesto que la red se configura como una herramienta de transferencia de información que permite a la literatura (y al conocimiento en general) expandirse sin barreras de tiempo y espacio hacia un público más amplio; por tanto, nuestro reto inmediato ha sido habilitar una página de Internet, puesto que las ediciones de nueve tomos y el DVD ya no son suficientes. Se trata de una plataforma que contenga la información actualizada constantemente sobre los escritores mexicanos, y de esta manera facilite el acceso a los especialistas y público en general al paisaje literario de nuestro país.

Desafortunadamente este proceso, con sus consecuentes resultados, ya no lo verá nuestra querida Aurora M. Ocampo, pero gracias a su enérgico impulso por rescatar el inmenso acervo de la literatura mexicana y enriquecer el panorama literario contemporáneo de nuestro país, dejará una huella indeleble a lo largo de muchas generaciones de estudiosos que se acerquen a esta nueva versión del Diccionario en línea. Todo ello se debe en última instancia a esa gran pasión de la Maestra por la investigación disciplinada, pulcra y comprometida con el conocimiento. Ella siempre fue consciente de que todo diccionario, por su propia naturaleza, debe estar siempre en proceso de investigación y actualización, idea que supo transmitirnos a todo su equipo de colaboradores y que mantenemos como uno de los legados fundamentales en la labor de rescate de la bibliohemerografía literaria.

En este breve recordatorio de su trayectoria, no puedo dejar de mencionar la enseñanza fundamental que dejó en mí nuestra admirada Aurora, no solo en la actividad académica sino en la vida personal. No queda más que agradecerle el habernos permitido acompañarle en esta aventura, en la que fue guía, luz e inacabable energía vital que nos contagió a lo largo de tantos y tan productivos años.