Reseña
Chinches, pinacates y gatos: algunas fábulas de los árcades mexicanos. Rescate, edición y presentación de Esther Martínez Luna. México: Coordinación de Humanidades, Instituto de Investigaciones Filológicas, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, 2018 (Xoc Na - Alba, 7). 62 pp.
Erik R. Aguilera
Licenciatura en Letras Hispánicas
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
Las prácticas de lectura y comercialización de los libros han cambiado mucho desde el siglo XIX a nuestros días, y los textos que otrora estaban destinados al público letrado, hoy bien pueden ser candidatos factibles de la literatura infantil y juvenil. Es el caso de Chinches, pinacates y gatos: algunas fábulas de los árcades mexicanos, una antología que cumple con los objetivos de la colección Xoc Na (‘Casa de la lectura’, en lengua cholana clásica) al promover la lectura entre jóvenes y niños. Esta antología de fábulas, realizada por Esther Martínez Luna, cuenta con el valor agregado de recuperar a un grupo de poetas que ha sido poco valorado, ya no digamos entre el público no especializado, sino en el ámbito académico; me refiero a los miembros de nuestra primera asociación literaria: la Arcadia de México.
Este librito de cubierta esmeralda forma parte de una de las primeras cuatro “habitaciones” o sellos de la colección “Alba”, destinada a lectores que recién entran a la adolescencia: jóvenes de secundaria. La selección consta de treinta fábulas que van acompañadas de una breve y valiosa presentación, además de un glosario de palabras que podrían presentar cierta dificultad para los jóvenes lectores, porque “hoy están en desuso o quizá no son de uso tan común” (9). Los textos reunidos en Chinches, pinacates y gatos… fueron rescatados directamente de las páginas de nuestro primer cotidiano, el Diario de México.
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El libro está acompañado de bellos y graciosos dibujos que debemos agradecer a diversos ilustradores mexicanos, coordinados por Mercedes Flores Reyna (en órden alfabético: Federico Martínez Aguilar, Diana Aurora Montiel Aguilar, Dalia Valeria Sánchez Bernal, Carolina Tovar González y Karla Paulina Velasco Zazueta). Cabe mencionar que algunas fábulas están firmadas con siglas, seudónimos o algún nombre pastoril, pues el empleo de seudónimos era una práctica muy común en la prensa del siglo XIX, ya que permitía al escritor una mayor libertad frente al podio de la opinión pública, lo salvaguardaba de la censura –política o religiosa, sobre todo–, le permitía “enmascararse” como gesto estético en el “teatro” del periodismo, entre otras ventajas. No olvidemos que la fábula es una herramienta retórica, un género didáctico y pedagógico que se remonta a tiempos antiguos. ¿Y qué busca enseñar? Los valores morales de su tiempo, consejos para ser mejores ciudadanos, normas básicas de conducta para la sana convivencia entre seres humanos… mediante la personificación de seres animados (animales) o inanimados (cosas), o en otras palabras, mediante el uso de la prosopopeya. Con este propósito tan definido, la fábula demanda sencillez en el lenguaje y en su estructura, es decir, no trata de complicar demasiado el mensaje moral, pero tampoco desea la obviedad, sino transmitir un mensaje útil y adornarlo de cierta belleza para cumplir el dictum horaciano: “enseñar deleitando”.
La fábula prolifera en nuestro país en el siglo XIX, cuando domina la herencia grecolatina y se hace presente con el neoclasicismo. Por esta razón, la lectura de Esopo, Fedro, Félix María Samaniego o Charles Perrault está en nuestro ambiente literario. En México tenemos la primera colección de fábulas escrita y publicada por el michoacano José Ignacio Basurto: Fábulas morales para la provechosa recreación de los niños que cursan las primeras letras (1802), obra con plena conciencia del niño como un lector particular y que, para combatir las lecturas fantásticas, busca apropiarse de un lenguaje más amigable. En este panorama se insertan las fábulas de los árcades mexicanos, que hoy vuelven a circular para un público distinto del que originalmente fueron concebidas.
Por otro lado, la sencillez propia del género puede ser para los jóvenes un buen comienzo para la difusión y promoción del gusto por la poesía, pues suele decirse que ésta es poco leída por su aparente dificultad. Al respecto, las métricas breves o el uso destacado de tetrasílabos utilizados en las fábulas seleccionadas ayudarán a los jóvenes a un acercamiento lúdico a las exquisiteces de la lírica.
¿Qué más podrá encontrar el lector en Chinches, pinacates y gatos? La respuesta es amplia: enseñanzas de vida, como la prudencia en el decir y en el actuar; ejemplo de ello es la fábula “[En junta numerosa]”, donde un mono queda en ridículo al querer discurrir sobre temas de los que no tiene conocimiento; enseñanzas sobre lo vergonzante e inútil que es la envidia, cuando el cuervo y la chicharra en “El cuervo y el perico” y “[Un lorito muy chistoso]”, respectivamente, hacen el ridículo al criticar sin fundamento las virtudes del cotorro; enseñanzas acerca de la veleidad de las falsas amistades en la “Fábula de la pila y el aljibe”; enseñanzas sobre el valor del trabajo digno antes que la ruin y fácil acción del robo (muy ad hoc para nuestros violentos días), como lo hace una zorra que ve con vergüenza aprender un oficio pero “no halla infamia en robar” (45). Por si esto no fuera suficiente, el lector encontrará un texto que parece casi escrito para nuestros tiempos: “La liebre del galgo”, que describe una relación tóxica (recordemos que tóxico fue la palabra del año 2018, según el diccionario de Oxford) marcada por la violencia desde sus inicios. La sentencia final encierra la enseñanza moral: “quien ama el peligro en él fenece” (28); creemos que el tema de esta fábula será una lectura provechosa para los jóvenes que están por adentrarse en el dédalo amoroso.
Esta muy acertada selección de fábulas, escritas hace más de dos siglos, permanece vigente por ser una lectura provechosa y edificante; los textos resultan ligeros por la sencillez de su composición, al mismo tiempo que interesantes, porque invitan a ejercitar la prudencia, la reflexión, el valor, la sinceridad, la honestidad y el trabajo. No dudamos que los jóvenes –y, por qué no, también los adultos– que lean este libro tendrán la recompensa extra de ampliar su vocabulario, de aprender palabras un tanto “viejas” y revitalizarlas en el uso cotidiano; por ejemplo, llamando a sus perros “podencos” o alabando unos ojos de profundo color “añil”; diciendo “zurrón” a su maleta del refrigerio, y haciendo “morisquetas” en vez de bromas.
El trabajo editorial de Chinches, pinacates y gatos: algunas fábulas de los árcades mexicanos de Esther Martínez Luna, representa una atractiva y lúcida propuesta de rescate y difusión de autores destacados en la historia de nuestras letras del siglo XIX. Las fábulas elegidas dan una muestra clara de su vigencia temática a pesar de haber sido escritas hace dos siglos. En verdad, este tipo de textos es idóneo para adentrar a los jóvenes en la literatura y, de paso, contribuir a formar mejores seres humanos. Sin duda, la colección Xoc Na ha significado un gran acierto editorial al difundir textos que, de otra forma, estarían condenados a permanecer en el estante de los archivos hemerográficos, o bajo exclusivo conocimiento y custodia de un pequeño público especializado.
Si te pareció interesante y deseas conocer más acerca de los contenidos de este libro, ¡te invitamos a escuchar los siguientes audios de las fábulas de estos "árcades mexicanos", maestros versificadores y verdaderas joyas de nuestra historia literaria!:
"[Un lorito muy chistoso]"
Derechos de reproducción cedidos por la autora de la recopilación. Voz de Omar Pérez Ávila.
"Fábula del cuervo y el perico"
Derechos de reproducción cedidos por la autora de la recopilación. Voz de Virginia Muñoz Miranda.