FUERA DONES Y GALONES Y TÍTULOS DE CASTILLA(1)

 

 

Cosa ridiculísima es, a la verdad, ver que estamos rabiando por ser republicanos y aún no sabemos desprendernos de las costumbres góticas, inventadas por los monarcas déspotas de Europa.

El título o tratamiento de ciudadano, que ciertamente es el más honorífico y el que da la más cabal idea de la libertad y la igualdad, se ve entre nosotros a poco más o menos; pero eso del don sí que no lo perdona el más hipócrita republicano. Primero faltará el sol, que faltar en los sobrescritos de las cartas aquel: "A don fulano de tal"; en el principio de las muy políticas: "Muy señor mío"; y en el fin de todos: "Besa la mano de usted, su muy atento servidor, fulano." Esta rutina se ha derivado del más abatido servilismo en que nos educaron. Aún nos parecía, o les pareció a los viejos, nuestros pobres padres, poco el tener y reconocer sobre sí un amo o señor en un rey; reconocieron también un amo y un señor en cada magistrado, en cada rico, y después en cada hombre a quien no conocían; y así les escribían: "Muy señor mío", es decir, "muy mi amo"; y para confirmar su indecente servilismo, concluían asegurándole eran sus humildes servidores y que les besaban la mano en señal de humillación y respeto; y si eran mujeres a quienes se escribía, no se contentaban con decirles que les besaban la mano, sino teniendo esta humillación por inurbanidad e impolítica les decían que les besaban los pies, o que se los deseaban besar. ¿No fuera mejor gusto dirigir este deseo a la boca de una preciocita de diez [y] ocho años? Pero no escandalicemos a los virtuosos.

Con semejante ridícula doctrina nos amamantaron nuestros padres, y nosotros aprendimos la cartilla de memoria. Mas hoy, que por la gracia de Dios y las luces del siglo, somos libres y vamos rompiendo las cadenas del servilismo antiguo, deseando emparejarnos con los hombres, ¿no es una vergüenza, no es un crimen que todavía no podamos desprendernos de esas ridículas preocupaciones?

El don quiere decir señor, y ningún hombre es ni puede ser señor de un ciudadano libre, ni debe darle a nadie, sino a la nación soberana, representada en el Congreso,(2) tal tratamiento; ni menos usar besamanos ni viles servidumbres en sus cartas.

Acábense, pues, esas viles rutinas, y comencemos a usar el idioma de la naturaleza, que es de la verdad y sencillez. Comiencen así las cartas: si la persona a quien se escribe es de respeto, dígase "ciudadanos"; si es familiar, "ciudadano amigo"; y concluyan todas: "Dios y libertad, su amigo de usted, fulano." Esto es más bonito, más sencillo y más natural. En los sobrescritos póngase: "al ciudadano fulano."

¿Y qué diremos de los titulazos de Castilla que todavía se conservan en México, en gloriosa memoria de los reyes españoles nuestros amos? ¡Oh, eso es una delicia! El alma de un liberal pensador se llena de gloria al oír los títulos huecos del Conde de Regla,(3) marqués de Vivanco,(4) conde de casa de Heras,(5) marqués de San Juan de Rayas,(6) conde de San Pedro del Alamo,(7) marqués de Apartado,(8) conde del Valle,(9) marqués de Castañiza,(10) etcétera. Si examinamos un minuto cómo se adquirieron y cómo se conservan estos títulos, nos horrorizamos los liberales, hombres de bien que no somos condes ni marqueses.

Ellos unas veces son gracias que los monarcas venden a caros precios, y con las que pagan las acciones más criminales y tiranas. Aún vive Apodaca, a quien hizo Fernando VII conde del Venadito, por la gloriosa acción de haber quitado la vida, a sangre fría, al muy benemérito joven Mina,(11)ante quien no era capaz de igualarse en sentimientos nobles ni liberales, ni menos en valor y pericia militar; sin embargo, esta cobardía y servilismo de don Juan Ruiz, le mereció un ridículo título de Castilla.

Otras veces, y las más, estos títulos significan los mayorazgos que vinculan, y ya se sabe que los execrables mayorazgos no son otra cosa sino las usurpaciones que ha inventado la vanidad de los patrimonios, contra los demás hermanos, constituyendo rico y tonto al primogénito, y dejando sepultados en la miseria a los demás hermanos. ¡Qué tiranía! No en balde, entre los gitanos se llama conde el capitán de una cuadrilla de vagamundos.

Es, pues, una ridiculeza que hagamos ostentación de los títulos de Castilla al tiempo que estamos odiando su dominación. ¿Qué dirán los españoles de nosotros al ver que no podemos desprendernos de sus costumbres, aun las que denotan más injusticia y servilismo?

Las bandas, crucecitas y llaves, son otros tantos dijes ridículos que se compran para adquirir una insultante distinción en el pueblo. Ellos siempre probarán en sus dueños dinero o favor, pero no siempre  talento ni virtudes. Por lo regular, los que poseen estas cualidades son los menos aspirantes a tales arrumacos; así como los que ansían por lograrlos y se dividen por lucirlos son los más ineptos y vacíos de virtudes.

Los entorchados, galones y demás divisas, son muy útiles en el servicio para distinguir los jefes y oficiales; pero fura de él son vanos y gravosos, pues aumentan el lujo, y por consiguiente el gasto y las necesidades. El traje de ciudadano es tan decoroso como el título, y como es igual a los demás, ni envanece al que lo usa, ni lo hace odioso.

A Dios gracias, ya muchos de nuestros jefes y oficiales, convencidos de esta verdad, han renunciado [a] grados y entorchados, y vistiéndose modestamente van enseñando la igualdad que requiere la república. Ojalá se uniforme esta opinión y digamos algún día: "¡fuera dones y galones y títulos de Castilla!"

El ciudadano J[oséJ[oaquínF[ernández deL[izardi].

 

 


(1) Puebla, reimpreso en la Oficina Liberal de Moreno Hermanos, 1823. Este folleto fue impreso también en México, Oficina Liberal a cargo del ciudadano Juan Cabrera, 1823.

(2) Congreso. Cf. nota 36 a Segundo sueño... Cuando se reunió por primera vez el Congreso, el 24 de febrero de 1822, el presidente "hizo leer entonces por uno de los secretarios, una especie de interrogatorio preguntando a los diputados si se declaraba legítimamente instalado el Soberano Congreso Constituyente mexicano; si la soberanía  residía esencialmente en la nación mexicana; si la religión católica, apostólica, romana, sería la única del estado , con exclusión e intolerancia de cualquiera cosa; si se adoptaba para el gobierno de la nación la monarquía moderada constitucional; si se denominaría esta monarquía imperio mexicano, y por último, si se reconocían los llamamientos al trono de los príncipes de las casa Borbón conforma al tratado de Córdoba. A todo contestaron los diputados que sí, y también aprobaron la proposición que hizo Fagoaga que decía: 'La soberanía nacional reside en este Congreso Constituyente'." Alamán, Historia de Méxicoop.cit., t. V, p. 377.

(3) Conde de Regla. Título concedido por Carlos III en 1769 a don Pedro Romero de Terreros (1710-1781). Minero y benefactor español que explotó las minas de Real del Monte, construyó varias haciendas y fundó el Monte de Piedad.

(4) El marquesado de Vivanco fue concedido por Carlos IV, en 1791, a favor de Don Antonio de Vivanco. Llevó ese título don José Morán y del Villar. Cf. nota 6 a El Señor Echávarri...

(5) El condado de Casa de Heras Soto fue concedido por Fernando VII, en 1811, a favor de don Sebastián de las Heras Soto, el título pasó al segundo conde, don Manuel de Heras Soto, quien firmó el acta de la Independencia y fue uno de los integrantes de la Junta Provisional Gubernativa y miembro de la Segunda Regencia (11 abril- 18 de mayo de 1822).

(6) San Juan de Rayas. Marquesado concedido por Carlos III, en 1774, con el vizcondado previo de Sardaneta, a favor de don Vicente Manuel de Sardaneta y Legazpi. Pasó el título al segundo marques don José Mariano Sardaneta y Llorente (1761-1835). Regidor perpetuo, alcalde ordinario y administrador de Minería de Guanajuato, su ciudad natal.

(7) El condado de San Pedro de Álamo fue concedido por Felipe V en 1734, con el vizcondado de Valdivielso a favor de Francisco de Valdivielso y Mier Barreda y Yelra. El título pasó al segundo conde José Francisco de Valdivielso Azlor y Echévers. En 1823, hallamos incluido al conde de San Pedro del Álamo en una "Lista de los individuos comprendidos en la [conspiración] que estaba tramada e iba a estallar el día 2 del corriente, en esta capital, que se hallan actualmente presos." El Sol, 2ª época, año I, t. I, núm. 112 (sábado 4 de octubre de 1823), p. 448.

(8) El marquesado del Apartado fue concedido por Carlos III, en 1771, a favor de don Francisco Fagoaga y Arozqueta.

(9) El condado del Valle fue una real provisión de nobleza dada en 1789 a don Manuel Antonio del Valle.

(10) El marquesado de Castañiza fue concedido por Carlos III a favor de don Ignacio Mariano de Castañiza y González de Agüero en 1772, con el vizcondado previo de la Asunción Zoquiapan. En tiempo de Lizardi encontramos a Juan Francisco Castañiza Larrea y González de Agüero, marqués de Castañiza (1756-1825). Obispo de Durango que fue colegial, catedrático, rector y singular bienhechor del Colegio de San Ildefonso; doctor y rector de la Universidad; examinador sinodal del Arzobispado de México y calificador e inquisidor honorario del Santo Oficio.

(11) Juan Ruiz de Apodaca. Cf. nota 11 a Barbero rapa Barbero. Francisco Javier Mina. Cf. nota 20 a Oración de los criollos...