Bonifaz Nuño, universitario cabal, hacedor de instituciones, fundador del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL), traductor, entre otras tantas actividades que el doctor llevó a cabo, pero quizá la más cara de ellas, fue la de poeta. Su herencia intelectual todavía está por aquilatarse, y en ese camino hay figuras que están revalorando las tareas, sus acciones, la obra hecha por Rubén Bonifaz Nuño. Para Bonifaz crear poesía habría sido una tarea necesaria para verter en ellas sus afanes propios, su experiencia vital. Su espíritu poético estaba presente en todas aquellas tareas que llevó a cabo, sus traducciones de los poetas clásicos, sin duda le permitieron adueñarse de una capacidad penetrante para hallar en el español formas nuevas y audaces para hablar de ese mundo, su mundo poético.
En efecto, de aquellos arcanos poetas fue alumno perseverante y perspicaz, de Homero a Eurípides, de la lírica griega arcaica a Virgilio. Bonifaz abrevó de las fuentes poéticas clásicas para fundir diferentes horizontes y tradiciones literarias, que produjo una poética de suma originalidad y solidez estética en el mundo hispano. De la muerte del ángel, pasado por de otro modo lo mismo, fuego de pobres, del templo de su cuerpo, albur de amor y otras tantas ristras de poemas hasta llegar a Calacas, la obra poética de Bonifaz Nuño presenta un tópico recurrente del que ha sabido extraer imágenes únicas, simbolismos inusitados, y recreaciones que hablan de un alma profundamente enamorada de la vitalidad que conoce y degusta palmo a palmo.
Lilián Álvarez Arellano, investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL), alumna y colaboradora de Rubén Bonifaz Nuño, recuerda que el maestro fue formado en las instituciones creadas por la Revolución Mexicana, desde la escuela primaria hasta sus estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México fue un intelectual con muchos intereses que fue conjuntando después de años de estudio; se interesó por la cultura clásica grecolatina, y al mismo tiempo, por lo que llamaba la cultura clásica mesoamericana. Como poeta se interesó en estudiar la literatura española, con especial énfasis en su siglo de oro y en la literatura de su tiempo. Interesado en los jóvenes, le gustaba compartir momentos de espontaneidad con ellos, escuchando sus preguntas y ocurrencias, tomándose siempre muy en serio, ofreciéndoles facilidades para estudiar y desarrollarse profesionalmente. Fue así como creó el Instituto, con estudiantes de licenciatura. Aunque había grandes figuras entre los investigadores fundadores, la mayoría se estaba formando.
Los principales temas de trabajo de Rubén Bonifaz Nuño, se reflejan en su interés por hacer propia la cultura universal, para él y para los mexicanos, lo cual le dio varias líneas de trabajo. Escogió el estudio de la literatura y el pensamiento de los griegos, latinos y de la cultura resultado de su fusión. De ahí que su trabajo de investigación tuviera una salida de docencia y divulgación muy importantes.
Más allá del impacto de su obra y su vida, lo más importante es lo que dejó como ser humano, siendo muchos a quienes abrió sus puertas, a todo universitario que llegó a tocar en su oficina. Nos dejó una experiencia de amistad, de sabiduría, crecimos al estar frente a un hombre sabio y justo que reconocía la dignidad de todas las personas, con un trato que a muchos nos transformó, y que se encuentra en el ADN del Instituto de Investigaciones Filológicas y de la Universidad en la que trabajó más de 50 años, dejando una huella humana muy notable, muy de recordarse. Es digna de valorarse la labor de un gran universitario.
Fragmentos de la entrevista a Lililán Álvarez Arellano, página electrónica de la Dirección General de Divulgación de las Humanidades.
Sus aportes a los estudios clásicos se aprecian en toda su producción, por su aportación como profesor. Su deseo de educar era permanente, esa es su máxima aportación, siempre deseando colaborar con la juventud. Lo considero el filólogo más grande de su época, en el sentido más amplio de la palabra, sin mencionar su grandeza poética. Vivió toda su vida dentro de las paredes de la Universidad, también fue director de Publicaciones, de la Imprenta Universitaria.
Rubén trabajó de todo, incluso hay cosas que no conozco. De pronto voy descubriendo el poema al libertador de las Américas, a Benito Juárez, y no es que sea simple creación poética, eso es un trabajo educativo. Sus temas principales a grandes rasgos, naturalmente fueron el griego y el latín. Podría poner dos ejemplos, uno, la obra de Lucrecio, en la que Rubén Bonifaz Nuño tradujo De la natura de las cosas, por hablar de lo menos conocido entre sus traducciones, en la misma medida que son las Metamorfosis o Catulo. Y por el otro lado, del griego, pues es el traductor de la Ilíada de Homero.
Habría que pensarlo como un poliedro, un polígono. Si tú lector, lees cualquier cosa de Rubén Bonifaz Nuño, por ejemplo en el inicio de la versión que hizo de Catulo, dice en sus primeras palabras “toda juventud es sufrimiento”, qué maravilla, qué oración, cuatro palabras, ahí comienza el resumen de la vida de Catulo, pero es increíble, porque si continuas leyendo en otra oración más larga, dice “Asomado al mundo con la plenitud voraz de sus propias herramientas sensuales, el joven, como si hiciera uso de una prerrogativa indudable, pretende apoderarse de él, mediante un esfuerzo inútil de antemano, y fracasa”, estás escuchando incluso las comas.
Luego en su introducción a Lucrecio dice “cuando el hombre ha envejecido sin prudencia, es a menudo natural que añore, como si hubiera sido suyo el tiempo pasado de su juventud, asomado al mundo con la plenitud voraz de sus propias herramientas sensuales”, y entonces haría la pregunta ¿no estamos aprendiendo español? ¿No estamos aprendiendo a redactar de manera hermosa con nuestro lenguaje cotidiano? Bueno, pues eso es Rubén, modelo de escritura. Por ello, no le pediría nada más a Rubén, cualquier párrafo suyo es una maravilla.
Fragmentos de entrevista a Bulmaro Reyes Coria
De las múltiples y bien correspondidas tareas que llevó a cabo, la poesía fue, en sus palabras, la más libre de sus ocupaciones. Aparente paradoja en un poeta tan riguroso en la forma como natural en el objeto verbal que nos entrega como si hubiera nacido solo. Clásico y popular, fue el poeta que cantó los trabajos del vencido, pero también al amor y a la mujer en algunos de sus más altos poemas, en libros que adquirían cada vez mayor complejidad.
Muy clásico y muy mexicano, Bonifaz habló con la Dientona, la Flaca, la Huesuda, la Pelona, y lo hizo con sentido del humor, con irreverencia, casi con amor. En la plenitud de sus años, Bonifaz la provocó y le hizo burla. Sin embargo, en esta juventud, en esta frescura verbal que sólo se logra con el paso de los años y con el dominio del oficio, el poeta es fiel a la esencia que lo llevó desde el principio a enfrentarse con el mundo.
En caminatas con sus discípulos en La Venta, Rubén Bonifaz Nuño nos enseñó que las piezas elaboradas por nuestros ancestros, desde la más humilde vasija, utilitaria y cotidiana, hasta los grandes monolitos simbólicos, son acumuladores de energía, formas que nos entregan su mensaje a través de los siglos. Traductor de los clásicos grecolatinos, heterodoxo y valiente lector de los antiguos mexicanos, fue sobre todo nuestro primer forjador de cantos, como se llamaba al poeta en la Gran Tenochtitlán.
Sus palabras consuman la alianza con el prójimo, la mujer amada o la ciudad, “sitio y raíz de solidaridad, ámbito del amor sensual y de la fraternal comunicación”. En sus versos se testimonia la entrada de la lluvia, la consagración de la primavera en el cuerpo femenino, la cotidiana derrota del hombre de la calle y su capacidad de resistir, la valerosa alegría con la cual enfrenta la inminencia de la sombra. Hacer parte nuestra sus poemas nos templa el alma y blinda el heroísmo de existir con dignidad y plenitud. Poeta, humanista y hermano mayor, Rubén Bonifaz Nuño, Rubén corazón de león, lujo entre los lujos de la Suave Patria.
(Tomado del texto “Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013): los caminos del héroe”)
Rubén Bonifaz Nuño, antes que académico o universitario, es un poeta, el título más alto que se le puede otorgar a alguien, un gran poeta. También esta la rama prehispánica que trabajó en el Seminario de Estudios para la Descolonización, donde hizo varios libros desde una perspectiva distintas a la de los historiadores mexicanos o extranjeros que han trabajado a los Olmecas o mexicas. Y también está su trabajo como traductor. No hay en la lengua española, quien haya hecho lo que él hizo, con la traducción de los clásicos griegos y latinos.
He leído todas sus traducciones, la que me gusta muy especialmente, es la de Catulo y Propercio, con quienes él se sentía muy cerca, por la pasión desdichada, incluso uno de sus mejores libros: Albur de amor, en el que reúne magistralmente el bolero mexicano y la poesía de Catulo, que a fin de cuentas están hablando de lo mismo, él decía que era una especie de mezcla de José Alfredo y Catulo. Hablando de la parte prehispánica en la poesía de Bonifaz, esta sobre todo en un libro clave que se llama Fuego de pobres, donde mete por primera vez elementos del México antiguo en sus poemas.
Tanto en Fuego de pobres, como en Los demonios y los días, se devela la influencia de Vallejo y Neruda en Bonifaz, en ellos esta sobre todo la cotidianidad y lo social, musicalmente perfecto. Otros libros, difíciles, oscuros son Siete de espadas y El ala del tigre. Después hay otro libro que es como un canto luminoso: La flama en el espejo, es como una sola luminosidad en la que Bonifaz dice que la figura más perfecta en el mundo es la mujer, especialmente la que se ama.
Después vinieron otros libros, el más importante, Albur de amor, en el que combinaba esa cosa como de chascarrillo y auto laceración. Él se auto lacera en sus últimos libros, hablando de su vejez, de sus deformidades, de sus cansancios, de sus tristezas, dolores, la ceguera. Luego, en otro libro, Del templo de su cuerpo, le habla también al amor, en lo que genera. En esta obra ocupa los sentidos no platónicos, es decir, no están la vista ni el oído, que son las metáforas visuales y auditivas más ocupadas por los poetas.
(Fragmentos de “Voces de una gran poeta”, entrevista a Marco Antonio Campos para Senderos Filológicos:)
“Al mal tiempo, Bonifaz” decía el maestro Carlos Illescas, poeta guatemalteco, quien tuvo una estrecha amistad con Rubén Bonifaz Nuño. Lo recuerdo ahora, precisamente porque quienes tuvimos la dicha de estar cerca del maestro Bonifaz Nuño, sabíamos que en cualquier momento de temor, problema o duda, ahí estaba él para desbaratar el nudo más difícil por complicado que fuera. Sólo jalaba un hilito de la maraña y se arreglaba.
Tengo muy presente el día 19 de agosto de 2019, cuando se creó la Cátedra Extraordinaria “Rubén Bonifaz Nuño”. Vivimos un momento de gran júbilo, se había logrado que la Cátedra existiera, así como también el Recinto Rubén Bonifaz Nuño, y además de todo eso, algunos premios, publicaciones y diversos trabajos, los cuáles han permitido que el legado de Rubén Bonifaz Nuño perdure y se acrecenté cada día. Estuve junto a su silla durante muchos años, y eso me llena de orgullo porque rememoro antes que nada que para el maestro Bonifaz Nuño, su mayor satisfacción era el enseñar, eso tenía para él, un gran valor. Recordaba con frecuencia a su maestro Erasmo Castellanos Quinto, quien en palabras de Rubén le enseñó “a ver como una necesidad esencial, los caminos del estudio y del valor de las letras humanas”. Su alma se llenaba de satisfacción con la docencia; siempre que un alumno lo buscaba, para platicar con él o aclarar alguna duda, estaba dispuesto a ayudar.
Hoy en día evoco a un Bonifaz Nuño, con profunda sabiduría, muy exigente en el trabajo, gran bonhomía, sencillez, buen trato, un carácter tan peculiar, muy ocurrente, con grandes momentos de buen humor y chispa, y en momentos, todo lo contrario. Por siempre mi agradecimiento para él.
Recuerden siempre “Al mal tiempo Bonifaz”.
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